Es sin lugar a dudas el gran atractivo natural de la Cala Sant Vicenç, quizás una de las estampas más impresionantes de la Serra de Tramuntana y, porqué no, de toda la isla de Mallorca.
Esta pared montañosa de unos 350 metros de altura y más de 3000 de longitud fue el “gran amor” de los pintores de la popularmente llamada “Escola Pollencina”, reunión de grandes artistas en torno al maestro Anglada Camarassa en su residencia del Port de Pollença. Pintores como Joquim Mir y Santiago Rusiñol, o los locales Dionís Bennàssar y Tito Cittadini, entre otros, pintaron e intentaron captar la efímera y cada día cambiante luz de esta maravillosa montaña.
Hay infinidad de cuadros que en los salones y habitaciones del hotel demuestran la dificultad y variedad de colores que se han utilizado para captar esa luz y ninguno de esos cuadros es comparable a la admiración de esta gran pared en vivo y en directo. Por eso hay que mirarla, mirarla a cualquier hora del día y admirar así los cambios y giros inesperados que nos ofrece.
Su majestuosidad es, además de por la admiración de grandes pintores, también por el enclave en el que está ubicado: es la puerta de la Serra de Tramuntana, el tesoro natural de Mallorca, y está rodeado de las calas de aguas más cristalinas de toda la zona norte como son Cala Barques, Cala Clara, Cala Molins y Cala Carbó. Esas mismas calas que también nos ofrecen espectáculos naturales dignos de ser vistos y que pueden pasar de una absoluta tranquilidad a una violencia de aguas marinas de tales dimensiones que a más de un experimentado navegante le ha costado algún que otro susto.
Por eso siempre recomendamos mirar el Cavall Bernat, admirarlo y guardarlo en la memoria, porque su recuerdo es siempre una maravilla estética y de la naturaleza.